La exposición al humo del tabaco ambiental disminuye la eficiencia de los pulmones y altera la función del tracto respiratorio en los menores, al igual que aumenta tanto la frecuencia como la severidad del asma infantil.
El fumar pasivamente agrava la sinusitis, la rinitis, la fibrosis quística, y los problemas respiratorios crónicos tales como la tos y el goteo nasal posterior.
También aumenta el número de episodios de resfríos y de dolores de garganta.
En los niños de menos de dos años de edad, la exposición al HTA aumenta la posibilidad de desarrollar bronquitis y neumonía.
Aumenta tanto el número de las infecciones de oído que el niño va a experimentar, como el término de la enfermedad.
El humo inhalado irrita la trompa de Eustaquio, que es la que conecta la parte posterior de la nariz con el oído. Esto causa inflamación y obstrucción, la que interfiere con la ecualización de presión en el oído medio, provocando dolor, derrame e infección. Las infecciones del oído son la causa más frecuente de pérdida auditiva en los niños.
Fumar pasivamente produce cáncer: el riesgo de padecerlo es alrededor de 100 veces mayor que el que producen los otros agentes de contaminación externos.
Estos datos son bastante alarmantes para cualquiera, por lo deberíamos dejar de exponer a nuestros niños al humo de tabaco.