Un estudio del Centro Médico de la Universidad de Rush (EU) establece que las personas que desde la niñez desarrollan actividades como escribir o leer, tienen menos probabilidades de desarrollar demencia o alzheimer.
El estudio, publicado en la revista Neurology, siguió a 294 personas durante seis años antes de su muerte, a una edad promedio de 89 años, a quienes midieron su nivel de memoria y pensamiento. Respondieron, además, un cuestionario con la frecuencia de lectura y escritura (a mano) en la niñez, adolescencia, adultez y vejez. Tras la muerte de los participantes, los expertos analizaron sus cerebros para detectar anomalías cerebrales, como lesiones, placas y ovillos, propios de enfermedades como alzheimer. Así, determinaron que aquellos que reconocieron leer y escribir con frecuencia durante toda su vida, mostraban 32% menos deterioro cognitivo, en comparación con los que no leían o escribían tan a menudo.
Además, el grupo de lectores infrecuentes o que comenzó a leer y escribir más tarde en la vida, mostró una pérdida de memoria 48% más rápida que las personas que dedicaban más tiempo a esas actividades.
La investigación determinó que la actividad mental de leer y escribir representó casi el 15% de la diferencia sólo en la disminución de la memoria, más allá de lo que podría explicarse por la presencia de la acumulación de placas.
El estudio sugiere que el ejercicio del cerebro mediante la participación en actividades de este tipo desde la infancia hasta la vejez, es importante para la salud del cerebro.
La tasa anual de disminución de la memoria y habilidades de pensamiento era 80% más lento en las personas mayores que se dedican con frecuencia en actividades cognitivamente estimulantes (como la lectura, la escritura, o jugar juegos como el ajedrez) en comparación con las personas mayores que con frecuencia participan en tales actividades.
El estudio indica que la lectura, a través de la comprensión de texto, entrega al cerebro un entrenamiento que requiere más energía mental que el procesamiento de imágenes que se da, por ejemplo, frente a la televisión. Esto permite activar y potenciar la memoria a largo plazo.
Otros estudios han mostrado que la lectura estimula la actividad cerebral al fortalecer las conexiones neuronales y aumentar la reserva cognitiva del cerebro, un factor que ha demostrado ser protector ante enfermedades neurodegenerativas.
Lo mismo ocurre al escribir a mano. Esa actividad permite consolidar la información nueva que llega al cerebro y aumentar la capacidad de memoria. Esto, porque al tomar el lápiz y trazar cada letra, el cerebro recuerda con mayor intensidad el gesto que hace la mano.