La exposición nocturna a pantallas de TV, celulares y computadores es actualmente uno de los principales alteradores del sueño.
Eso explica por qué en vez de las nueve horas diarias mínimas que deben dormir los escolares para tener un rendimiento óptimo, con suerte, algunos llegan a siete.
Cuando se duerme, el cerebro no descansa. En ese tiempo, toda la información que recibimos durante el día se archiva y se ordena para que se pueda acceder más fácilmente a ella. Es lo que se conoce como consolidación de la memoria. Si no se duerme lo suficiente, este proceso se ve interferido. Es decir, lo aprendido durante el día no logra ser bien incorporado a la memoria.
Paralelamente, la privación de sueño afectará el nivel de concentración, con lo cual será más difícil poner atención en clases. Además, la memoria de trabajo, la memoria que se usa para planificar y conseguir un determinado objetivo, también se verá afectada.
La falta de sueño aumenta la fatiga e irritabilidad.
Además, los niños necesitan un sueño largo y sólido que contribuya a su buen crecimiento físico y psicológico.