Con un clima cálido y húmedo, el aire acondicionado es un verdadero alivio que mejora el confort en el hogar y en los lugares de trabajo: aumenta el rendimiento, disminuye la presencia de insectos, mejora la calidad del sueño, mantiene una hidratación interna correcta y controla la sudoración.
Sin embargo, este confort que proporcionan pueden llegar a causar trastornos múltiples y variados en la salud.
Se pueden producir molestias que van desde síntomas de tipo leve hasta enfermedades potencialmente graves:
•Alteraciones a nivel de las mucosas respiratorias (los cilios se paralizan y no hay adecuada limpieza y movimiento de las secreciones nasosinusales)
•Resequedad de piel y mucosas
•Promueve alergias de las vías respiratorias al polvo y hongos
•Empeora la rinitis crónica y faringitis
•Problemas de irritación faríngea y resequedad de garganta
•Disfonía o afonía
•Transmisión por la vía aérea de enfermedades infecciosas del aparato respiratorio.
•Tos
•Agrava el estado de los asmáticos
•Alteraciones auditivas por el ruido que algunos de estos aparatos emiten
•Aparición de infecciones en pulmón y/o senos paranasales de tipo fúngico (hongos)
La calidad de las instalaciones (individuales o centralizadas), las revisiones periódicas y su mantenimiento, así como su uso razonable y las temperaturas de funcionamiento, son factores de gran importancia para evitar estos problemas.
Realizar correctamente el mantenimiento de los aparatos y de las instalaciones centralizadas, limpiando muy bien los filtros y reemplazar los ductos viejos y sucios para evitar la aparición de mohos, hongos y bacterias como salmonellas o legionelas.
Es muy importante ventilar periódicamente los espacios con aire acondicionado.
Mantener la temperatura ambiente entre los 22º y los 25º C y la humedad atmosférica media entre el 60% y 70%.
Evitar los cambios bruscos de temperatura al pasar de una habitación más fresca a otra que no tiene aire o del carro a la calle (esta diferencia de temperatura no debe superar los 10 grados como máximo).